Libro de deber, mas con aspecto interesante. He comenzado (por fin) a leer este manual y ya tengo aspectos que comentar. Algunos autores (en su defecto escritores) pecan de excesiva modestia, en este caso, pecan de igualar los dones de unos con la ignorancia de otros. El señor Cassany, ha afirmado rotundamente en el prólogo del libro, que da titulo a esta entrada, que la palabra
escritor está rodeada de un aura de secretismo y de "importancia" que no se merece. El
lector y el
hablador son personas que no tienen por qué tener don alguno, no tienen que nacer especialistas ni con vocación, si quieren hacer su función normalmente. Pero claro que hay personas con un don para hablar, gente carismática, agradable, locuaz e influyente. Por supuesto que hay buenos lectores y malos lectores, hay gente que le gusta leer y lo hace con un nivel de comprensión y rapidez increíbles. Por eso señor Cassany, no me niegue el derecho a decir que hay escritores que
nacen, y que con todo mi derecho y razón que me confiero sola, puedo afirmar que son verdaderos esos "prejuicios" que rodean de secretismo a ese sustantivo tan maravilloso: escritor.
El escritor es una persona con cultura, formado, ingenioso, imaginativo, que debe de conocer las reglas de nuestras lengua y ella misma, que debe mantener un amor secreto (y volvemos a repetir ese adjetivo) con las palabras, la sintanxis, las irregularidades, la semántica...
El escritor es una leyenda. Es aquel del que se ha oído hablar. Es aquel que te hace volar e imaginar, aquel que hace que olvides el mundo, el ocio actual, que solo quieras seguir leyendo sus magnificas palabras.
Cualquiera, desde mi punto de vista, no es capaz de eso. Los que hayan nacido y los que tras mucho trabajo y formación son los que pueden llegar a calificarse como ESCRITORES.
De parte de una ligeramente ofendida aprendiz de escritora.
1 comentario:
claro como Pepe Reina que hizo un libro y nacio para ser escritor!
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