lunes, 12 de enero de 2009

La princesa del guisante

CUENTO:
Érase una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero que fuese una princesa de verdad. En su busca recorrió todo el mundo, mas siempre había algún pero. Princesas había muchas, mas nunca lograba asegurarse de que lo fueran de veras; cada vez encontraba algo que le parecía sospechoso. Así regresó a su casa muy triste, pues estaba empeñado en encontrar a una princesa auténtica.

Una tarde estalló una terrible tempestad; se sucedían sin interrupción los rayos y los truenos, y llovía a cántaros; era un tiempo espantoso. En éstas llamaron a la puerta de la ciudad, y el anciano Rey acudió a abrir.

Una princesa estaba en la puerta; pero ¡santo Dios, cómo la habían puesto la lluvia y el mal tiempo! El agua le chorreaba por el cabello y los vestidos, se le metía por las cañas de los zapatos y le salía por los tacones; pero ella afirmaba que era una princesa verdadera.

"Pronto lo sabremos", pensó la vieja Reina, y, sin decir palabra, se fue al dormitorio, levantó la cama y puso un guisante sobre la tela metálica; luego amontonó encima veinte colchones, y encima de éstos, otros tantos edredones.

En esta cama debía dormir la princesa.

Por la mañana le preguntaron qué tal había descansado.

-¡Oh, muy mal! -exclamó-. No he pegado un ojo en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! ¡Era algo tan duro, que tengo el cuerpo lleno de cardenales! ¡Horrible!.

Entonces vieron que era una princesa de verdad, puesto que, a pesar de los veinte colchones y los veinte edredones, había sentido el guisante. Nadie, sino una verdadera princesa, podía ser tan sensible.

El príncipe la tomó por esposa, pues se había convencido de que se casaba con una princesa hecha y derecha; y el guisante pasó al museo, donde puede verse todavía, si nadie se lo ha llevado.

Esto sí que es una historia, ¿verdad?


FIN


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Y esque las princesas son de los más finas que hay...

De pequeña cuando me lo contó mi madre (que después de la primera vez vinieron muchas más) me parecía que la princesa era una tiquismiquis y una cursi, una de estas chicas que te dan ganas de obsequiarles con un ligero tortazo para que espabilen, que la vida no es así de bonita ni reluciente, no existen los príncipes azules. Para mí era una chica con suerte... suerte de haber notado un minúsculo guisante debajo de unos cuantos colchones... suertuda... y por eso el premio es un príncipe, que seguramente sería MUY atractivo, y que sin lugar a dudas le daría todo el amor del mundo... por haber notado un guisante --u
Este mundo es injusto (me dije).
Y desde aquel momento quiero notar guisantes allá donde vaya, porque si me sonríe la suerte, detrás de un guisante estará mi príncipe.
Es que amigos, un guisante... ahí donde le veís, legumbre como otra cualquiera, es la solución a nuestros problemas...


Maldita princesa del guisante...


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